¿Nos robarán los robots nuestros puestos de trabajo? ¿Y nuestras parejas? Con estas dos cuestiones convocó Altran su primer Innsane, Battle of Ideas (#InnsaneByAltran), un evento en el que ocho expertos provocativos en diferentes disciplinas trabajaron con más de cien personas para plantear y abordar retos asociados al uso de la tecnología. En un entorno inspirador y simpático, pero sin tonterías. Por lo que no se habló de si los robots tienen que pagar impuestos y seguros sociales o no. Una idea cansina en los medios desde hace un tiempo en los medios, generada supongo que por el inminente colapso del actual sistema de pensiones a pesar de los encantos de la ciudad de Toledo y sus Pactos. Aunque veremos que tiene relación.
Me quedé con algunas ideas relacionadas con el trabajo, la educación y el compromiso que siguen revoloteando sobre mi cabeza. Ni la tecnología ni la robótica son nuevas. Ni el ámbito de las fábricas es igual al personal. Pero parece que ha llegado el momento de dar a luz un cambio como el que produjeron las anteriores revoluciones de la agricultura o la industrialización.
Gracias a la automatización de tareas repetitivas se acabará el trabajo que siempre hemos conocido, mediante un proceso de destrucción rápida y creación lenta de empleos que cambiará enseguida el concepto de actividad económica y su remuneración. ¿Tendemos a que los robots pronto se encarguen de los trabajos que nadie quiere hacer – físicos, lógicos, aburridos y repetitivos -, manteniendo los más ilusionantes? Parece que la ineludible invasión robótica hará que desaparezcan ciertas funciones, pero mantenemos la esperanza de que siempre habrá demanda de tareas creativas, intuitivas, emocionales y disruptivas que al menos nos den de comer.
Resulta que el escenario deseable, en general y en la culminación de nuestra vida, tiene algo de vuelta a los orígenes. El estado aspiracional en la vida y en historia de la humanidad ha sido siempre el ocio, no el negocio, con una renta suficiente. El trabajo se ha ligado a un salario solo hace poco. Las sociedades más avanzadas tenían personas que se encargaban de los trabajos más penosos, que trabajaban como esclavos, y otras no tanto. Como ahora, salvo que está abolida formalmente la esclavitud. Todo un desafío, que requerirá inventar un nuevo modelo económico y laboral, con contenidos y formatos libres para que las consecuencias sean positivas. Pero que ya hemos superado con nota en coyunturas similares de nuestra historia.
A mí me gustaría crecer en una sociedad en la que, aprovechando esta coyuntura, se replanteara en abierto el concepto de trabajo en aras de una mayor libertad y satisfacción para las personas, manteniendo mi privacidad y, desde luego, mi intimidad. Donde no fuéramos tan autómatas como somos ahora cumpliendo lo que nos proponen el sistema de poder y los modelos actuales, y conviviéramos con humanoides sexis y con sentido del humor. En la que nos animáramos a tomar la iniciativa individual y colectiva como complemento al sector público, el empresarial y el tercer sector: como sector personal, ciudadano, comunitario o algo así.
Para pasar de las musas al teatro tendremos que dar opción a cambios radicales, rompiendo conexiones asumidas y explorando conexiones improbables. Por ejemplo, dejar de plantear el futuro en términos exclusivamente laborales, porque no sé si tiene sentido que la primera pregunta a los niños sea siempre “¿Qué quieres ser de mayor?” cuando el mundo laboral que se avecina es inimaginable. Por ejemplo, incorporando aspectos cualitativos a nuestros modelos cuantitativos, femeninos a los masculinos, emocionales a los racionales, intergeneracionales a los eternamente jóvenes, abiertos a los estancos, sociales a los económicos.
El cartesiano “pienso, luego existo” se podría reformular aquí para romper el aparentemente indestructible vínculo entre el trabajo de toda la vida y su remuneración. ¿Abre la robotización un panorama sombrío por falta de trabajo, o más bien por falta de ingresos para vivir? ¿Podrían las tres palabras de Descartes incorporar una versión como “pienso, luego aporto y comparto, luego cuento con un ingreso digno”? Me refiero a un sistema que recibiera, evaluara y recompensara ideas beneficiosas para la sociedad a todos los niveles con reconocimiento y retribución. Esta sería también una aportación al iniciático debate de la renta básica universal, que no está tan lejos de la situación actual si consideramos que se podrían rebautizar así las rentas por pensiones o los subsidios, enriquecidas con complementos retributivos por contribuir al interés general. Ideas que ya se plantean desde los todavía ninguneados por la empresa Nuevos Movimientos Económicos, aunque algunos de ellos están transformando sectores como el comercio, la logística, la automoción, la banca o el transporte con una intensidad y a una velocidad inimaginable hasta hace poco.
Para que el desafío actual se convierta en un paso más en la evolución de la sociedad necesitamos nuevos espacios y estímulos para seguir ideando y cambios radicales, sobre todo en educación. Porque tenemos que ser capaces de educar para el futuro, potenciando habilidades como la creatividad, la gestión emocional y la adaptación al cambio continuo adelantándonos al mañana y no solo reaccionando ante los nuevos acontecimientos. Así lo plantean ya proyectos de referencia, entre los que he conocido recientemente al Centro de Formación Padre Piquer y a osmotic. El primero, pionero en educación escolar por proyectos, en cuyas aulas cooperativas confluyen mágicamente (ahora, tras un trabajo ingente a sus espaldas) desde hace doce años los contenidos reglados con ejercicios prácticos integrados en un modelo inclusivo y de igualdad de oportunidades para 1.100 alumnos de hasta 38 nacionalidades, culturas diferentes y alejados de las élites. El segundo, una iniciativa de formación dirigida al mundo de la empresa y rompedora con el histórico concepto obsoleto de MBA porque se basa en un aprendizaje continuo durante toda la vida, plataformas colaborativas, transformadoras más que educativas, autodidactas, por proyectos vivos no enlatados, en los que aprendes haciendo mientras participas en un caso real, ubicuas, globales y locales, y mixtas entre lo digital y lo presencial.
Un par de balones de oxígeno. Ambos proyectos permiten crecer técnica, emocionalmente y como persona para ser determinantes en nuestro destino. Ambos están cimentados en casos reales con problemas reales, en los que alumnos y profesores aprenden y enseñan a la vez, y se apoyan entre sí en entornos colaborativos de relación y construcción. A partir de puntos de vista diversos que permiten entender el abanico de opciones a considerar en cada decisión y buscan la mejor forma de alinear objetivos profesionales y personales con vistas a un horizonte en el que la vida de empresas y personas se difuminarán. La vida será más rica y compleja, con entornos cambiantes y unas relaciones flexibles basadas en la diversidad de personas, conocimientos y habilidades, de aficiones y obligaciones. De emprendedores ideando cómo romper los sistemas de siempre. Y de riqueza intergeneracional, en la que se crearán y disolverán equipos ágilmente, con una jerarquía horizontal y orientación a optimizar riesgos y oportunidades, a veces no cuantitativos.
Es indudable que nos acercamos a un modelo de sociedad diferente, simbolizado por el cambio tecnológico. Pero no olvidemos la segunda coordenada, tan obvia como todavía ausente en el debate: la demografía. En muchos foros se habla del primero. En pocos todavía del segundo, aunque es más fácil de prever e imaginar.
Los babyboomers estamos empezando a abandonar el mundo laboral coincidiendo con la entrada de generaciones de jóvenes que son la mitad de numerosas. En apenas una década habrá una drástica caída de la población activa y de la edad media en el mercado laboral, junto con un también drástico aumento del número de pensionistas, en general y del de los que perciben las pensiones más altas. Salvo que proyectos como 50Pro, especializado en entrenar, asesorar y apoyar a emprendedores de más de 50 años, cuando queda aún media vida por delante, tengan el éxito que se merecen y que necesita la sociedad. Por otro lado, las generaciones en mitad de su vida laboral estarán digiriendo el calvario que están viviendo ahora, de dificultad para iniciar su emancipación familiar y construir su propia familia porque no les hemos dado oportunidades suficientes los que entonces les reclamaremos una pensión holgada en relación con su actual mileurismo. Un conflicto generacional larvado, que confío en que enseguida sea el detonante para una batalla que sirva para acabar imaginando entre todos una sociedad mejor desde muchos más puntos de vista.
En fin, solo invito a un aperitivo para poner encima de la mesa la complejidad que ya está aquí, con la que no se puede lidiar a base de ocurrencias que solo consideren uno de los platillos chinos del espectáculo. Porque hay muchos platillos a contemplar para que la actuación se merezca un aplauso cuando finalice: tecnología, demografía, espiritualidad, diversidad, libertad, intergeneracionalidad, trabajo, pensiones, remuneración, proyecto de vida… Considerando que nunca caerá el telón porque el artista es único: cada uno de nosotros durante toda la vida. Cambiante.
¿Hacia una sociedad más humana, longeva, activa y tecnológica?
(Innsane, Battle of Ideas (#InnsaneByAltran), febrero de 2017