Querido directivo, ¿qué quieres ser de mayor?

Y tú, ¿qué quieres ser de mayor? Da gusto preguntárselo a los pequeñajos. Y da gusto que respondan al qué sin tener en cuenta el cómo, a diferencia de nosotros.

¿Te haces alguna vez esta pregunta a ti mismo? ¿En relación con la segunda mitad de tu vida? Te animo a que te la hagas ahora. Personalmente, pero sin olvidar tu perspectiva profesional.

Igual has respondido que te merecerás el descanso del guerrero. O igual preferirás colaborar con ONGs, una de tus asignaturas pendientes. O que aspiras a ser consejero o consultor de empresas, ofreciéndoles tu “talento senior”. O de emprendedores, incluso invirtiendo parte de tus ahorros para que se multipliquen. O quizá una combinación de todo, por vocación o porque no te quedará más remedio ya que las empresas de siempre jubilan a una edad cada vez más temprana y antes o después tendrás que tomar las riendas de tu trabajo por un camino nuevo. O sea, tendrás que ser emprendedor.

En cualquiera de los casos, te propongo un nuevo ejercicio para racionalizar la respuesta anterior aunque también tenga otro tipo de componentes. Empieza por imaginar el futuro. ¿Cómo será dentro de nada una sociedad más longeva y digital, donde el mundo laboral estará más interconectado con el personal, el social, el educativo, el económico…? Y en ese contexto, ¿cómo te gustaría trabajar a ti? ¿Qué quieres ser de mayor?

Seguro que, como ya tienes una edad, te surge, además, la pregunta del “cómo”: ¿Qué hago para llegar a ser lo que me gustaría ser? Por si ayudan en el proceso, allá van algunas pinceladas.

Hoy nadie sabe cómo trabajaremos cuando se acelere la ya omnipresente inteligencia artificial. El consuelo es que parece que las tareas que requieran la combinación creativa de habilidades, sensaciones y conocimientos serán mucho más difíciles de sustituir por algoritmos. Pero enseguida viviremos una reinvención continua, que requerirá fortaleza espiritual, emocional, física y mental para prosperar en entornos volátiles, inciertos, complejos y ambiguos. Y la histórica secuencia longitudinal de formación, trabajo y jubilación dará paso a una combinación osmótica, interactiva y personalizada entre esas tres etapas a lo largo de la vida. Con itinerarios formativos individuales autoconstruidos a partir del catálogo que vaya existiendo en cada momento.

¿Estará todo en catálogos? Mi propuesta es que incorpores a tu itinerario un ingrediente poco habitual todavía: tu curiosidad proactiva por el mundo emprendedor. Me refiero a estar cerca de los emprendedores con los que te irás encontrando cada día más en tu empresa. Cerca de su visión de futuro, sus modelos de empresa, su pasión por la venta, su perfil y experiencia personal. Ayudándoles y dejándoles que te ayuden. Dándoles oportunidades y viviendo de otra manera la relación cliente-proveedor habitual en tu empresa. Porque antes de lo que piensas estarás fuera por edad y necesitarás tener un perfil parecido al suyo para seguir activo en la sociedad durante unos años (¿décadas?), sea cual sea la respuesta que le hayas dado a lo que quieres ser de mayor.

Si gestionas personas igual te interesa saber además qué piensa tu equipo de todo esto. Nosotros lo preguntamos sistemáticamente en empresas de todo tipo. Y lo que siente el trabajador medio se puede sintetizar así: “Una inquietud creciente sobre mi futuro, ante la que me gustaría que mi empresa me ayudara en mi formación, teniendo en cuenta los retos de la transformación digital y las nuevas formas de trabajar, con perspectiva de potenciar el intraemprendimiento”. O sea, ya se puede anticipar demanda por alcanzar un perfil más emprendedor.

También hay mutación genética. La generación de mis hijos incorpora genes poco habituales en la mía. Como la curiosidad, la proactividad, la red social, el autoaprendizaje, el trabajo por proyectos en equipos diversos o el sentido del humor. Humanos, digitales, disfrutones y solidarios a la vez. O sea, genes emprendedores para un nuevo futuro.

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