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¿Cómo crees que será el mundo laboral dentro de 15 años?

En una sociedad más longeva, digital, interconectada, colaborativa...
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¿Sabes cómo le gustaría trabajar a tus empleados en el futuro? ¿Qué debería cambiar en tu empresa?

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El mundo laboral que estoy viviendo es muy diferente al de mis padres, que pasó del pluriempleo al trabajo para toda la vida. En el mío ya no hay tantos trabajos para toda la vida. Y el de mis hijos cambiará aún más, aunque a veces me parece que vivo en la punta del iceberg de la innovación, pobre de mí.

Te propongo que nos imaginemos juntos durante unos minutos cómo será el trabajo en el futuro, en un horizonte de 10-15 años que nos dé un poco de perspectiva pero que no sea demasiado lejano. Es la primera reflexión que lanzamos cuando empieza uno de nuestros talleres GENIOR, en los que generamos colaborativamente propuestas de cambio entre todos los participantes para que sea más fácil trabajar en el futuro como nos gustaría. Propuestas que parten de la curiosidad por el futuro y de la proactividad para poder construirlo, al menos en el entorno de cada uno.

La primera pregunta es “¿Cómo te imaginas el trabajo en el futuro?”. Ahí van algunas pistas, por si ayudan a imaginar cómo trabajaremos en una sociedad más longeva y digital, donde el mundo laboral estará más interconectado con el personal, el social, el educativo, el económico…

Nadie sabe cómo trabajaremos dentro de unos años, cuando crezcan exponencialmente la generación y el uso de los datos de la mano de una inteligencia artificial que nos lleve sin que nos demos cuenta al aprendizaje automático. Hay opiniones muy diversas sobre el tipo de cambio que nos espera en el mundo laboral, unido a un cambio cultural de amplio alcance, donde la histórica secuencia longitudinal de formación, trabajo y jubilación dará paso a una combinación osmótica e interactiva entre ellas a lo largo de la vida, a medida de cada uno.

Aunque el temor de que la automatización genere un desempleo masivo nació con la revolución industrial y realmente no ha llegado aún a materializarse en términos globales, parece que la evolución tecnológica plantea un escenario muy diferente. La inteligencia artificial ya es capaz de realizar cualquier tarea repetitiva a una velocidad que cambia las reglas del juego. Pero también está irrumpiendo en el mundo de la comprensión de las emociones, sobre todo porque se basan en unos mecanismos bioquímicos que también han iniciado el proceso de automatización. Es decir, el mundo de la lógica automática enseguida se verá enriquecido por el de la intuición.

La dimensión todavía es mayor si consideramos el potencial de la inteligencia artificial para gestionar no solo conocimientos y habilidades individuales sino además los de redes de personas de cualquier dimensión, ya que es capaz de actualizar instantáneamente la información compartida y sus conexiones.

Aunque ningún puesto de trabajo se librará de la automatización masiva, parece que las tareas que requieran la combinación de un mayor número de habilidades, emociones y conocimientos serán mucho más difíciles de sustituir por algoritmos, especialmente si son de conexión improbable. Trabajos con estos ingredientes estarán más protegidos que los no cualificados.

Para ello habrá que actuar en crear nuevo empleo para paliar la destrucción del empleo de siempre. Pero el cambio cultural disruptivo con el que tendrá que lidiar nuestra civilización es cómo reinventar la sociedad si la destrucción de empleo es de una dimensión abismalmente superior al número de puestos de trabajo que se creen. Incluso tras un periodo en el que convivirán altas tasas de desempleo para trabajos no cualificados con escasez alarmante de especialistas en los nuevos requerimientos de la sociedad digital.

Parece obvio que ya no habrá trabajos para toda la vida, sino una secuencia de trabajos que requerirá una reinvención continua, que a su vez requerirá una fortaleza espiritual, emocional, física y mental capaz de soportar la experiencia de prosperar en entornos auténticamente volátiles, inciertos, complejos y ambiguos (VUCA). Unos entornos generadores de exclusión en el sentido que la conocemos hoy, bien por falta de actualización de conocimientos y habilidades o bien por no tener la fuerza interna necesaria para asimilar los incesantes cambios acelerados.

Este reto es mucho mayor y más acelerado que el que en su día generaron la máquina de vapor, el ferrocarril, la electricidad o las energías fósiles. No bastará ni con espíritu emprendedor generalizado ni con una revolución económica altamente innovadora, sino que deberá ir acompañada por un cambio cultural, socioeconómico, político, educativo y de la psicología para estar en continua reinvención sin que peligre el equilibrio mental. En este contexto, la base será proteger a las personas más que a los puestos de trabajo.

Hay ámbitos que también invadirá la Inteligencia Artificial. ¿Qué pasará si, como ya ocurre en las Bolsas de Valores, se empieza a diluir nuestra importancia como tomadores de decisiones de compra porque el sistema es capaz de anticiparse a lo que necesitamos e incluso de proporcionárnoslo eficaz y eficientemente? ¿Será el momento de contar con una renta básica universal o con unos servicios básicos universales sufragados internacionalmente por quienes entonces estén aglutinando la actividad económica del mundo desde unos pocos centros de alta tecnología? ¿Será entonces tan importante la búsqueda de trabajo como la del equilibrio y la plenitud personal?

Aunque en una primera lectura el escenario puede aparecer apocalíptico, tenemos el desafío de convertirlo en idílico. Cuando el homo sapiens evolucione hacia el homo VUCA, el homo Deus o como se llame entonces, es posible que exista una seguridad económica universal y un universo de ecosistemas en los que nos podamos desarrollar como personas disfrutando de cuidarnos unos a otros y de aportar y recibir de la comunidad, a un nivel que parece vetado al mundo de los algoritmos. De forma que las personas prevalezcamos a una tecnología hoy inimaginable debido a una vida más humana que pueda permanecer al margen de las dictaduras digitales.

Ante este aluvión todavía inimaginable, cabe plantear si será un cambio impuesto o un cambio en cuya generación y desarrollo podemos tener una participación activa. Por eso nuestra propuesta para construir un futuro mejor en una sociedad más longeva y digital es empezar por una primera pregunta: ¿Cómo te imaginas el trabajo en el futuro?

Tras cualificar ese futuro con no más de media docena de párrafos breves, proponemos ir abordando estas otras:

  • ¿Cómo te gustaría trabajar en el futuro?
  • ¿Qué debería cambiar (en ti, en tu trabajo, en la sociedad)?
  • ¿Cómo podría cambiar?

 

Por si las dos últimas te parecen preguntas muy abiertas, solemos proponer responder en ciertos ámbitos (orientativo):

  • Conexión entre vida profesional y vida personal
  • Diversidad intergeneracional
  • Creatividad
  • Iniciativa
  • Combinación personas-tecnología
  • Formas de trabajar
  • Intraemprendimiento
  • Carrera profesional
  • Aprendizaje (conocimientos y habilidades)

 

Este es el esquema en el trabajamos en nuestros talleres GENIOR, que estamos impulsando con formatos inCompany. ¿A qué empresa no le gustaría saber cómo le gustaría trabajar a sus equipos en el futuro? ¿Y qué debería cambiar para conseguirlo y cómo hacerlo?

 

 

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